
El compositor y director barcelonés Miquel Ortega presenta en su tierra de adopción su lectura operística del drama con el que Federico García Lorca ahondó en el oscurantismo, la represión sexual, la violencia, el fanatismo y la tiranía moral de la España más primitiva. La puesta en escena de su versión de cámara de La casa de Bernarda Alba, sustentada en un libreto de Julio Ramos, cierra los días 3 y 4 de julio la 32 Temporada Lírica del Teatro Cervantes. El propio maestro dirigirá desde el foso un reparto que encabeza Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano que encarnará a la tiránica viuda que arrastra a sus cinco hijas a seguir un luto riguroso por la muerte de su marido, y que cuenta también con las voces de Carmen Romeu, Luis Cansino, Carol García, Berna Perles, Ana Häsler, Belén Elvira y Milagros Martín.
La actriz Helena Dueñas, por su parte, representará a María Josefa, madre de la viuda, en un montaje del Cervantes y el Teatro Villamarta de Jerez que dirige en escena Francisco Javier Hernández. Los profesores de la Orquesta de Cámara de la Sinfónica de Málaga, las voces femeninas del Coro de Ópera de Málaga, la escenografía y vestuario de Jesús Ruiz y la iluminación de Francisco López completan el equipo artístico de la producción.
En Málaga se verá y escuchará la versión de cámara, idea original de Ortega que quedó inicialmente aparcada debido al encargo que recibió para estrenarla con orquesta sinfónica en el Teatro de la Ópera de Brasov (Rumanía). Allí se vio en 2007, y el estreno español tuvo lugar en 2009 en Santander y Peralada. Como el propio maestro indica, a instancias del pianista Rubén Fernández Aguirre y del director del Teatro de la Zarzuela de Madrid, Daniel Bianco, completó esta versión para orquesta de cámara que se estrenó en el coliseo madrileño a finales de 2018 y que ahora se escuchará en la capital de la Costa del Sol. «La música es la misma —afirma Miquel Ortega—, solo cambia el aparato orquestal y, en esta ocasión, también el que el personaje de Poncia sea interpretado por un barítono en lugar de por una mezzosoprano».
En palabras del crítico musical Arturo Reverter, Ortega aborda la admirable disección del poder delineada por Lorca «a través de una hábil paleta instrumental, de ecos expresionistas emparentados con los propios de Gian Carlo Menotti, con lejanas resonancias de Richard Strauss, de Poulenc, de Shostakovich, de Bernstein o Montsalvatge», parentescos a los que se unen conexiones con la obra de Britten o Puccini. Una partitura que, siguiendo a Reverter, no desdeña el atonalismo ni la evocación, «alejada de cualquier tipo de folklorismo, de aires populares andaluces fuertemente estilizados».