Javier Ojeda, durante su actuación el pasado agosto en el Castillo El Bil-Bil de Benalmádena.

Una tarde lluviosa en una calle cualquiera de Torremolinos espero con algo de frío a que Javier Ojeda acuda a la cita que tenemos a las 17:00. Llego 15 minutos antes por lo que pueda pasar, con los rockstars nunca se sabe. Tras un rato dando vueltas para evitar el tembleque que tengo en las piernas veo de lejos una scooter antigua y ruidosa que se acerca a mí. Un hombre alto con el pelo desgarbado y un informal chaquetón negro se para en la acera. Es Javier, que se baja de una moto que podría ser de su hijo adolescente y se quita el casco con una pose digna de un Hombre G, aunque poco tenga ver. Lo primero que me dice al verme es que me conoce, que le suena mi cara, que si su mánager se lo hubiera dicho antes hubiéramos hecho la entrevista en su propia casa, pero ya es tarde.

El restaurante al que teníamos pensado ir está a tope, pero Javier dice que mejor, que es un sitio muy hortera y estirado. El prefiere un bar cualquiera sin remilgos. Cruzamos la calle y nos sentamos en una terraza poco concurrida. Al ver que el camarero no nos atiende y anda de palique con los clientes de dentro, nos levantamos y pedimos dos cervezas en la barra. Mientras tanto, el carismático líder de Danza Invisible me cuenta, con esa sonrisa que aún conserva de los ya lejanos años 80, lo liado que anda últimamente y lo «hasta los cojones» que está de no tener un día libre. Cosas de la música, supongo.

Javier es un tío que tiene más calle que un bordillo y lo demuestra nada más llegar, toreando a un grupo de treintañeros escandalosos que andaban pasados de copas en la mesa de al lado. La vida de rock and roll que tanto le obsesionaba desde joven hace que esté de vuelta de todo y salga con una gracia natural de cualquier situación.

El frontman de Danza ha hecho esto cientos de veces y se siente como en su salón. Cómodo, eufórico y sin pelos en la lengua, y así quiere que también me sienta yo. Sé de antemano que este mito de la música malagueña está abierto a responder cualquier pregunta, por espinosa que sea, sin haberle formulado ni una sola. Se respira en la atmosfera que Javier no es ningún rajado, que va para adelante con todo le duela a quien le duela.

Es el primer año que apartas definitivamente a Danza y te lanzas a la música solo, otros años habías compaginado ambos proyectos. ¿Por qué ahora?

Hay varias razones. Cuando hice la grabación de los directos del disco no estaba seguro de si el proyecto de Danza Invisible iba a seguir. Los últimos años habían sido muy flojos. En pandemia el grupo no salió tanto adelante y tenía muy mala pinta. Sin embargo, se me cruzaron los del Brisa y me propusieron lo del 40 aniversario y me moló mucho. Pensé, ¿qué hago ahora con mi disco? Porque encima también tiene canciones de Danza. Decidí aparcarlo y nos lanzamos a hacer la gira conmemorativa con el grupo. Ahora ya sí he dado el paso.

¿Te da miedo este salto al vacío?

Si me lo preguntas hace quince años te digo que sí. De hecho, cuando empecé en los 90 mi primer disco en solitario se retrasó unos seis años porque me daba inseguridad estar fuera de Danza. Ahora, a estas alturas de la vida, no me da ningún miedo.

¿Se podría decir que incluso te pone un poco?

Pues sí, me pone. Hay una canción de Danza, Mercado negro, que dice «nunca he visto vida cuando nunca he visto riesgo». ¿Sabes qué pasa? Hace tiempo que no me lanzaba al vacío, primero por el confort económico y la seguridad que te da el tocar en Danza, y luego, por otra parte y siendo sincero, porque me sigo llevando de la hostia con mis compañeros. Me lo paso que te cagas, pero este último año dije «para seguir con el proyecto hace falta quitarse un poco de esa comodidad».

Claro, Javier, pero la propuesta del Brisa Festival que comentas supongo que os daría esa ilusión que te hace salir del confort. Ver a toda una ciudad movilizada casi para vosotros no es algo muy cotidiano.

Sí, estuvo que te cagas. Pero es verdad que me quedé con mal sabor de boca porque la oficina de Danza no ha aprovechado ese tirón que el Brisa nos dio para aprovechar y rejuvenecer el público de la banda. Ver a todos esos grupos jóvenes tocando nuestras canciones fue algo absolutamente glorioso, pero después ves que Danza sigue tocando en el mismo circuito de la nostalgia de ayuntamientos, pueblos, etc., de siempre. A mí me hace mucha ilusión que venga un grupo como Dorian y haga una canción nuestra. ¿Por qué no puedo estar yo en un festival de ese tipo con grupos así?

¿Crees que es culpa de vuestra agencia o, haciendo un poco de autocrítica, crees también que vosotros no os habéis sabido renovar y llegar al público joven?

Las dos cosas. Por un lado, la agencia no ha estado a la altura, y por otro a Danza le ha dado mucha pachorra todo. Nos hemos quedado parados, sin progreso. Con el paso de los años se me ha ido encargando a mí todo, y es un poco pesado. Cuando yo entré en el grupo era el último mono, pero luego, con el paso de los años, he visto que si no lo hago yo el resto no lo hace. También, y te voy a ser muy sincero, a mí este año me ha ido de escándalo. He tocado más con mi proyecto en solitario que con Danza. Renuevo más el repertorio en solitario y, de hecho, los músicos que tengo en mi banda pueden tocar más temas de Danza que los propios Danza.

¿Lo que te pasaba con Danza era eso, que estabas cansado de repetir los mismo temas tantos años?

Un poco sí. Y, sobre todo, es porque este año que me ha ido tan bien quiero vivir midiendo yo los tiempos. Quiero irme de vacaciones a donde me salga del rabo. Y el dinero ganado gastarlo, que para eso está. Y luego tener tiempo también para componer canciones nuevas, que tengo muchas ganas. Si pueden servir para reflotar el proyecto de Danza en el 2024 pues fantástico, si no ya lo veremos. De momento este año me lo pido para mí.

Traes nuevo disco en directo, Los Castillos del Mar. ¿Qué podemos encontrar en él? No hemos tenido todavía ninguna previa, haznos un pequeño adelanto.

Lo más llamativo es que al ser los mismos músicos los que interpretan un material muy variado, le da mucha uniformidad a todo. Está por ejemplo El Club del Alcohol de Danza Invisible del 85 pero también canciones mías del 2019. Lo más llamativo es que hay muchos rescates de los años 90, una época de Danza que no está tan reivindicada como la de los 80. Sobre todo, son canciones que llevaba años sin tocar con la banda y que yo sé que tienen mucho de mi impronta y que me apetecían tocar. Joder, si hay canciones que he publicado en solitario que son menos mías que algunas de Danza.

Javier Ojeda y su banda, durante el concierto de Benalmádena.

¿Tienes pensado, como en antaño, colgarte la manta a la cabeza y salir de gira kilométrica?

Sí, yo vivo en gira perpetua y voy a seguir haciéndolo. Los artistas que paran en seco dos años no sé qué coño hacen en ese periodo, yo me moriría de pena. A mí me encanta el directo y tocar. Eso sí, no tanto como este año que ha habido un momento en el que pensaba, joder, voy a acabar 2022 con 106 conciertos. Si a eso le sumas algunas colaboraciones, favores y otras cosas, he estado 115 veces encima del escenario tranquilamente.

¿Qué edad tienes, Javier?

58.

Estás hecho un chaval.

Por el alcohol y las drogas, las buenas drogas (risas).

Esto es una cosa que siempre me ha llamado la atención de los músicos tan veteranos que cambian de sonido radicalmente a lo largo de los años. ¿En qué grupos te fijas o te inspiras hoy en día para hacer música?

Ni idea. Cada vez me cuesta más componer. Es muy muy difícil porque tiendes a repetir fórmulas y muchas veces estás haciendo una canción y dices, coño, si es igual a una que ya había hecho. O este arreglo está desfasado, no pega mucho. Pero vamos, no hay nada en lo que me fije especialmente.

¿Hay algo nuevo que estés escuchando últimamente?

Un amigo mío me ha pasado un par de playlist de Spotify de música actual. Me gusta mucho un grupo que se llama Khruangbin. Tienen una canción con un cantante de soul que se llama Leon Bridges que es mortal.

Has hecho baladas latinas, has colaborado con combos de jazz, has hecho un funky con una letra gamberra y una voz cargada de autotune, etc. Da la sensación de que te atreves prácticamente con todo. ¿Hay algo que no harías nunca?

No haría, por ejemplo, trap. No por nada, sino porque no me ubico mucho ahí. No odio especialmente ningún género, incluso hay cosas del reguetón que me gustan, aunque el 98% sea basura. Es un lenguaje nuevo, hay cabrones que hacen canciones con ruidos y texturas que a mí no me dicen nada, pero bueno, es una forma diferente de entender la música.

Hablando de música urbana, he visto que tienes un legado. Tu hijo, bajo el pseudónimo de Jassy Ojeda, está desarrollando su proyecto y empezando a grabar y dar conciertos. ¿Cómo se siente esto en casa? ¿Qué consejos le dais?

Él es un crio muy orgulloso, no quiere que me meta en sus cosas. De hecho, en las tres únicas canciones que ha publicado solo en una le di un par de consejos. En el resto no quería. Es muy distinto a mí, yo con su edad solo me interesaba en follar, drogarme y dedicarme a la vida del rock and roll. Él lleva dos carreras a la vez, su música, etc. Es muy ordenado.

¿Qué opinas de su música?

Creo que tiene una voz súper chula. En el futuro puede ser muy buen artista. Todavía le queda mucho, ha sacado sólo tres canciones en las que está tanteando un poco el terreno. Pero tiene una ternura en la voz que me gusta mucho.

Volviendo a tu proyecto y al cambio de banda, ¿es diferente el sonido que tienen tus músicos con respecto a Danza? Aunque entiendo que no buscas el mismo estilo, ¿dónde crees que radican las diferencias?

Mucho. Cuando los Danza están en plena forma sonamos que te cagas porque tienen la solera de los grupos de los 80 que no han evolucionado en la manera de tocar. Que no lo estoy diciendo como algo malo, al contrario, suenan de puta madre. Cris le da de una forma al bajo con la púa muy rollo New Order que es muy genuino y difícil de encontrar. Ten en cuenta que ellos nunca han tocado con otra banda, están sin contaminar, es muy autentico. Mis músicos de ahora son más técnicos y versátiles. Tienen mucha más facilidad para los formatos acústicos, por ejemplo. Danza nunca hemos podido hacer uno. Hicimos uno y fue una mierda.

¿Y la relación con tu banda de ahora es igual de buena?

Buenísima. Están como una puta cabra. Son viejos freaks.

También entiendo que el parón con Danza es debido a tu dedicación a otros proyecto como el Fulanita Fest, que ya ha confirmado a Ladilla Rusa y Ptazeta. Cuéntanos un poco más del concepto que hay detrás de este festival.

Es un festival para lesbianas. Yo no conocía mucho el mundo LGTBI femenino a pesar de que vivo en Torremolinos, pero ya se sabe que esto es el paraíso gay masculino. El público femenino está mucho más oculto, existe machismo hasta en ese sector. Yo pensé: «¿por qué no hago un festival para este tipo de público?». Al director de la revista Shangay le gustó mucho la propuesta y me ayudó a tirar para adelante. Me puso en contacto con la gente del Fulanita de tal, que es un templo del movimiento gay allí en Madrid, y nos arriesgamos. El primer año fuimos el único festival que ganó dinero de todos, y pensándolo, además de ser un festival divertido, hemos hecho un bien social.

¿A qué te refieres con eso?

Una amiga mía lesbiana me decía «ha sido el mejor día de mi vida, odio las fiestas de lesbianas que son siempre muy underground cutre, de ligoteo y macarreo. Por fin un espacio abierto, limpio y distendido donde todo el mundo puede estar a gusto y pasarlo bien». Además de todo esto, hay un detalle que me gusta recalcar y es que según me han dicho los responsables del Mare Nostrum, donde se celebró, ha sido la vez que más limpio se ha quedado el recinto. 5.000 personas casi con un 80% de público femenino. Para que veas lo guarros que somos los hombres.

Otra imagen de Javier Ojeda durante su actuación el pasado agosto en el Castillo El Bil-Bil de Benalmádena.

Además de estar actualmente involucrado en la gestión de varios eventos culturales, siempre has sido una piedra angular en la defensa de la música malagueña. ¿Cómo ves la escena de la ciudad hoy en día, la falta de salas y espacios, sobre todo, en el centro histórico?

Es una situación jodida. A Málaga le falta algo como lo que tiene Granada, que todo se mueva en torno a tres o cuatro salas y bares, pero que todo esté al lado. Así se puede crear una escena. Pero en Málaga no hay ninguna sala de aforo considerable en el centro que tenga capacidad para 200/300 personas.

Claro, eso lo encuentras en los polígonos.

Exacto, y de esa forma no puedes hacer escena. Que no pasa nada con que las salas estén en el extrarradio, menos mal que al menos existen esas, pero es que después de un concierto allí, ¿qué haces? No te puedes tomar nada, no puedes salir por allí.

Pero, además de eso, no cualquier grupo puede meter tanta gente en una sala con el aforo que tiene la París 15 o La Trinchera. Es imposible que nazcan grupos emergentes bajo esas condiciones.

Es verdad. Yo de alguna forma estoy ilusionado por que vi que la gente del Brisa trajo esas ganas de crear la escena. Sin embargo, como yo soy más viejo y he visto más cosas, estoy un poco escéptico. Pero no porque no quiera, sino porque creo que lo que hicieron está muy bien, pero duró sólo unos meses. Para crear algo duradero tienes que prolongarlo en los meses. Está muy bien que le pongas a un grupo un escenario en el parque de Huelin, pero ese grupo, ¿qué hace después de eso? ¿A dónde se va a tocar?

¿Crees que es un problema institucional? ¿Algo que viene directamente de un ayuntamiento que no apoya al 100% estas iniciativas?

Puede ser, la normativa es un tema muy complicado. Llevan sin darse licencias para hacer salas o bares con música desde los años 90. Y a los dueños de las salas también les vale ya, porque ninguno quiere pagar canons especiales y los permisos que necesitan. Pero bueno, fuera de eso, yo le dije al alcalde en persona, que la verdad que fue muy amable y comprensivo, que un modelo cultural sin música se queda como algo muy anticuado y repipi. Él me dijo que sí, que lo entendía, pero tampoco ha cambiado mucho la cosa (risas). Al menos cuando le lanzaron la propuesta del Brisa al ayuntamiento me llamó personalmente a mí para preguntarme como lo veía para la ciudad. Se mojó en ese sentido.

¿Habéis tenido buena relación siempre con él y la ciudad?

La verdad es que sí, y como siempre ha estado el mismo alcalde la relación se ha mantenido muchos años (risas). A mí me parece un buen tío. Tiene una cosa muy buena, que no es nada político, y es que es un hombre al que le puedes exponer tus quejas y no te va a mandar a la mierda. En una entrevista que me hicieron hace poco me preguntaron por el tema de los rascacielos de Málaga y todas estas cosas y dije abiertamente que me parecía un horror lo que se está haciendo en ese aspecto. A pesar de eso nadie me ha censurado ni ha pedido explicaciones.

¿Debería la política estar tan mezclada con la cultura? ¿No debería ser algo totalmente independiente y no tener banderas?

Obviamente. A mí es una cosa que no me importa. Si yo tengo un músico brillante en mi banda que es un facha, me da igual. Yo no tengo por qué pensar como la gente, lo que necesito es que trabajen bien.

Eres casi un mito en la Málaga cultural y a veces tienes ese halo de estrella, pero, por otro lado, y mucha gente coincide en esto, eres una persona muy llana y terrenal. El año pasado te vimos con tu familia tomando una cerveza y disfrutando como uno más del público de los conciertos del Brisa e incluso subiéndote al escenario eufórico a cantar con Polarnova. Da la sensación de que sigues disfrutando de la música con la misma ilusión que un chaval que empieza.

Claro que sí, por Dios. Para mí la música tiene algo de religioso. Pienso que, de alguna manera, si a ti te ha tocado la música, vas a ser músico toda tu vida. Mi guitarrista, Daniel Casares, me dijo una vez: «La vida está muy mal tío, pero seguimos siendo músicos. Es para lo que hemos nacido y por lo que estamos aquí». Por eso cuando la música se convierte en confort, es la muerte de esta. Hay que estar investigando continuamente, aunque te equivoques.

¿Crees realmente que Danza Invisible volverá algún día?

Pienso que sí. No sé si volveremos con un disco nuevo, que a mí es lo que me gustaría, pero volveremos, claro. Sobre todo porque la relación que nosotros tenemos es buena después de cuarenta años, y no cualquiera puede decir eso. Lo que pasa es que llevamos muchos años sin publicar nada.