Raimundo Amador, durante su actuación. Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Raimundo Amador cumplió el pasado mes de mayo sesenta años y quiso celebrarlo editando Directo en casa, tres canciones registradas al calor del hogar con su hijo Raimundo Jr. a la batería y aportaciones de colegas como Óscar Sánchez, de SFDK, o El Langui. Las nuevas composiciones avanzan un alimenticio álbum, visto y escuchado lo de ayer en el Cervantes dentro del ciclo Singulares, que llegará en las próximas semanas e incluirá, además de versiones de Billy Cobhan, Jimi Hendrix o Miles Davis, colaboraciones con Buika, José Soto ‘Sorderita’, Andreas Lutz (vocalista de O’Funk’illo) o Diego Galaz, violinista de Mastretta. Una amalgama de estilos y personalidades, ya ven, que dará forma a su primer trabajo tras un largo paréntesis discográfico.

El artista, atento y esmerado, prosperó con su guitarra desde bien temprano sentado a la vera de Fernanda de Utrera, Paco de Lucía o Camarón, con el que participaría en La leyenda del tiempo.​ Posteriormente alumbraría junto a su hermano Rafael y Kiko Veneno a formaciones emblemáticas (Veneno y Pata Negra) y se aliaría, años más tarde, con B.B. King —al que considera su padrino en esto del blues— en una memorable gira. En su currículum convergen asimismo Juan Perro, Lole y Manuel, Los Rodríguez o Bjork, listado que da buena cuenta de su talla como músico inquieto, inconformista y también, conviene anotarlo, batallador. De ahí que ahora Raimundo, a sus cincuenta y diez, regrese del estudio de grabación con un radiante disco bajo el brazo mientras enarbola la mejor sonrisa de su inventario.

Lógico, pues, que el repertorio que ofreció anoche en Málaga durante más de dos horas se nutriera en gran parte de su nueva criatura. Sin embargo, comenzó desde atrás, con Pa mojar, sirviendo ese «puchero de habichuelas y una pata de jamón» que tan bien entraron a pesar del terral que azotaba el exterior del teatro. Continuó con Candela y un tramo instrumental donde el sonido quedó ajustado y Raimundo, enfundado en una camiseta de Guns N’ Roses, alcanzó la temperatura apta a las seis cuerdas para lanzarse a por Ya se acabó, su particular revisión del The thrill is gone. Caldeó al público con Hoy no estoy pa nadie y lo puso a cantar poco después tras meter el hocico en el catálogo de Pata Negra y extraer de él Camarón, interpretada por una Rosario Heredia que se mostró igualmente espléndida al encarar Yo me quedo en Sevilla o una bulería final que se propagó por el patio de butacas prácticamente a capela.

Otra de las voces protagonistas de la velada fue la de su nieta Toñi Amador, que inyectó valiosas tonalidades a la noche con Back to black, de Amy Winehouse, y una adaptación al castellano del Shape of my heart de Sting. Pero los mayores sacudidas del concierto llegaron con los eléctricos y generosos desarrollos en donde las guitarras se alzaron primorosas para atacar sin cortapisas piezas de Jimi Hendrix, Miles Davis, Jeff Beck o Triana, lo que propició, para nuestro regocijo, que se extendiera el temario inicialmente previsto. Cuentan que la maestría era esto, sí.