Gloria Gaynor, durante el concierto del pasado martes en el Sabatic Fest. Alberto Fernández-Baca / Málaga de Cultura

Imaginen por un momento que la pamplina que cantaban los Who en 1965 («espero morir antes de envejecer») hubiera terminado, por algún tipo de maleficio, con toda aquella irrepetible generación antes de que aparecieran las canas. No habríamos gozado de los últimos y extraordinarios movimientos de Bowie o Cohen; de las barbaridades de Neil Young o Patti Smith en directo; tampoco de la formidable cabalgada de un incansable Dylan, que el pasado mes de junio ofreció en nuestro país soberbios recitales basados en su último trabajo, Rough and rowdy ways. Por no hablar de Paul McCartney o los Rolling Stones, sistemáticamente vapuleados por cuatro tontainas desde la década de los ochenta por subirse a los escenarios, cómo se atreven, y seguir brincando por todo el mundo en mastodónticos y sobresalientes conciertos.

Bonnie Tyler. Foto: Alberto Fernández-Baca / Málaga de Cultura

Y también nos habría privado, centrándonos ya en lo que nos ocupa, de presenciar en el Sabatic Fest a Gloria Gaynor y Boonie Tyler. Son comprensibles las dudas iniciales si uno ha desatendido sus respectivas carreras en las últimos lustros: Gloria cumplirá en unas semanas ochenta años, mientras que Boonie sumó setenta y dos el pasado mes de junio. Pero los recelos pronto se van por donde han llegado, creánme. En el caso de Tyler, encargada de abrir la velada, la cosa fue de menos a más. Las versiones de Flat on the floor (Carrie Underwood), Have you ever seen the rain? (Creedence Clearwater Revival) y Lost in France, trío de apertura, sirvieron para templar el sonido e ir comprobando de primera mano las bondades del sólido cuarteto que acompaña sobre las tablas a la voz siempre aguardentosa —ahora con mayor graduación— de una Bonnie de carisma desbordante.

Durante el tramo central de su actuación, y una vez alcanzada la velocidad de crucero, Tyler y compañía se acordaron de los Bee Gees (To love somebody) y Bryan Adams (Straight from the heart) antes de encarar It’s a heartache y Total eclipse of the heart con el consiguiente jaleo del público. También recordaron a la recientemente fallecida Tina Turner con The best, tema que —la misma Boonie nos informó— se incluyó en su séptimo álbum, Hide your heart, dos años antes de que Tina lo llevara a lo más alto de las listas de medio mundo. Cerró con la inevitable Holding out for a hero, pero antes inyectaron a la noche nuevas e inesperadas sonoridades con una formidable revisión del Turtle blues de la Big Brother & The Holding Company.

Gloria Gaynor. Foto: Alberto Fernández-Baca / Málaga de Cultura

Lo de Boonie Tyler estuvo perita, qué duda cabe, pero lo de Gloria Gaynor fue algo más allá. Cierto, el repertorio se basó prácticamente en versiones, pero qué manera de agarrar los originales de aquí y allá y transformarlos en otra cosa. No es tarea baladí, ni mucho menos, pero ayer todo parecía más sencillo gracias a las aptitudes y actitudes de una espectacular banda de once miembros (con vientos y coristas en el lote) que desde el primer momento convirtió el recinto del Autocine Málaga Cesur FP en una pista de baile regada de un disco soul de primera categoría. No faltaron Goin’ out of my head (Little Anthony & The Imperials), Unstoppable (Sia), Beautiful (Christina Aguilera), Who am I (Casting Crowns) o infalibles de cualquier setlist por el que asomen la cabeza como You’re the first, the last, my everything (Barry White) y Killing me softly (Lori Lieberman).

Composiciones todas ellas —y las que vendrían luego— que tienen en común las melodías rutilantes, los estribillos pegajosos, el impacto inmediato. Sin tanta literatura de mercadillo: son buenas canciones. También lo son, algunas amplificadas sin piedad anoche por Gaynor y su huracanado grupo, Brand new (MercyMe), Amazing Grace (John Newton), Crazy in love (Beyoncé) y las tres elegidas para articular un popurrí dedicado a Donna Summer (Last dance, MacArthur Park y Heaven knows). I will survive (con una estrofa y estribillo interpretado en español) y Everybody dance (Chic) clausuraron una noche donde sobró humedad, sí, pero también clase y oficio. Qué barbaridad.