Miguel Ríos, durante su actuación del pasado sábado en Madrid. Víctor Frutos/ WiZink Center

Tras la sonada despedida de 2011, Miguel Ríos se retractaba el pasado año con Un largo tiempo, disco grabado junto a The Black Betty Trio con el que a día de hoy continúa surcando escenarios de todo el país. Para más inri, a las pocas semanas de ver la luz el nuevo álbum publicaba otra composición inédita bautizada Hola Ríos, hello en donde canta y escribe que aquella retirada, aquella gira para decir adiós, «me convirtió en embustero por vida, pero no pude aguantar las ganas de oíros cantar». Y ahora, pocos meses después de su regreso, el granadino ahonda en su faceta de trolero conmemorando con dos conciertos las cuatro décadas transcurridas desde las recordadas actuaciones de Rock & Ríos celebradas en el Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid los días 5 y 6 de marzo de 1982. Pero somos legión, qué decir, los que andamos la mar de felices con este retorno tanto al estudio de grabación como a las actuaciones en vivo del cantautor, que el próximo 7 de junio cumplirá 78 tacos. Bendito mentiroso.

Las dos citas tuvieron lugar el pasado fin se semana en el WiZink Center de Madrid y contaron con la participación de (prácticamente) los mismos músicos que le acompañaron hace ahora cuarenta años: Mario Argandoña (batería), Tato Gómez (bajo), John Parsons (guitarra), Antonio García de Diego (guitarra, voces y lo que se tercie), Mariano Díaz (teclados) y Thijs van Leer (piano y órgano). Hubo recuerdos para los que ya no están —los fallecidos Paco Palacios y Sergio Castillo— y calurosas ovaciones para José Nortes, que empuña la guitarra, y el joven Pablo Narea, hijo de uno de los productores del Rock & Ríos, Carlos Narea, que se ocupó de la colorida batería con la que se registró el disco original.

A la banda base se le unieron el sábado y domingo numerosos invitados de aquí y allá, de ahora y siempre: Shuarma, Carlos Tarque, Ovidi Tormo (Los Zigarros), Rebeca Jiménez, Amaral, Santi Balmes y Julián Saldarriaga (Love of Lesbian), Pucho y Guille Galván (Vetusta Morla), Mikel Izal, Anni B Sweet, Ainoa Buitrago, el coro de Rebeca Rods y Javier Vargas se alternaron sobre las tablas con Víctor Manuel, Jorge Salán, José Luis Jiménez y Lele Laina (Topo), Johnny Cifuentes, Ariel Rot, Alejo Stivel y un Rosendo que puso el recinto patas arriba con Maneras de vivir. Otra irrupción sorpresa fue la de Javier Bardem al inicio del concierto del sábado: el actor, que opta a su segundo Oscar por su papel en la película Being the Ricardos, apareció desbocado y eufórico para interpretar los primeros compases de Bienvenidos antes de que Ríos se le uniera en el escenario y saludara a las diez mil personas que abarrotaban el WiZink.

No hubo aquí un intento, más allá del repertorio, de replicar las actuaciones del 82. Se trataba, en palabras del propio Ríos, de «reunir a la banda original, volver a sentir el impulso de los aliados de la noche y montar una gran fiesta para celebrar que el rock español, y en español, sigue vivo y resiste los avatares y las adversidades de estos tiempos». Es decir, sonó el Rock & Ríos de arriba abajo y en riguroso orden, cómo no, pero con voces renovadas, la dosis justa de nostalgia, una sobresaliente puesta en escena acorde con los tiempos y tomando algunos desvíos por el camino. De hecho, uno de los momentos más conmovedores de la noche llegaría con la incorporación al setlist —tras Año 2000 y antes de encarar Generación límite— del poema Oración, una «plegaria laica» escrita por Luis García Montero durante la guerra de Irak que en estos días sirve para recordar a las víctimas de la invasión de Ucrania.

La parte final del espectáculo también se escaqueó del previsible guion para hacer efectivo el firme propósito de Ríos de festejar el rocanrol en español. Ariel Rot sacó a pasear el Sábado a la noche de Moris, Johnny Cifuentes hizo lo propio con Mueve tus caderas y, con el público enfebrecido, Alejo Stivel impulsó un enérgico y coreado Rock’n’roll en la plaza del pueblo que enlazaría con la ya citada algarabía que produjo Rosendo, aparición verdaderamente estelar e inesperada. Y todavía sonarían Mis amigos dónde estarán (con José Luis Jiménez y Lele Laina), El laberinto y un Lúa, Lúa, Lúa que, ahora sí, cerraba las dos horas y media de pantagruélico festín. Pero toca mirar hacia delante, que cuarenta años no son nada: Miguel Ríos continuará hasta finales de este maltrecho 2022 con la gira de presentación de su último disco junto a The Black Betty Trio, entre otros menesteres. Es una trivialidad, una frase hecha, tal vez un lugar común, pero precisamente por ello tenemos que prestar atención al tópico: los viejos rockeros nunca mueren.