
La canción Agua, pan, amor y vino, casi con total seguridad, ha podido protagonizar tantos titulares de Miguel Campello como conciertos ha dado él a lo largo de su dilatada carrera musical, pero no por ello es menos cierto que el recital que ofreció el ‘Chatarrero’ este sábado 26 de febrero en la Sala París 15 de Málaga viajó a través de estos cuatro conceptos que, en tiempos de pandemia —y guerra—, bien pueden valer un continente. El propio artista lo confesó ante un respetable entregado a la causa: «Dejadnos descansar».
El músico ilicitano volvía a la capital de la Costa del Sol en una fecha señalada. Los malagueños ansiaban disfrutar de la grabación Con todos mis respetos, el Día de Andalucía se asomaba tras la esquina, el público estaba de pie, junto… y en la otra cara de la moneda, puede que incluso en el otro lado del Viejo Continente, hacía unos días que un indeseable comenzó la conquista de un pueblo que poco —absolutamente nada— tuvo que ver con el triunfo de Miguel Campello. Y el artista, consciente, aunó todas estas variables y regaló 120 minutos de show en el más estricto sentido del anglicismo.
Instantes previos al inicio del recital, el gentío ya mostraba signos de lo que esperaba a todos los asistentes, que corearon el nombre del artista, alzaron alguna que otra pancarta e incluso tuvieron tiempo para celebrar un par de cumpleaños. Y Miguel Campello, nada más pisar el escenario, Pa’ empezar, les devolvió todo el cariño mostrado con un inicio de espectáculo a la altura de las expectativas. Con una puesta de escena cuidada al milímetro y con el resto de los músicos gozando con lo que ellos mismos estaban ofreciendo.

Con Tierra, el hijo de la Ciudad de las Palmeras comenzó a hacer malabares con el primero de los conceptos al que nos referíamos al inicio para inmediatamente después lanzarlo al Aire, donde proclamó la no contaminación de los ríos. Y entonces sí, un poco de agua para reponer energías tras un inicio fulgurante.
Poco a poco comenzó a ver la luz su último trabajo; So payaso y Se nos rompió el amor mantuvieron la prolongada curva inicial —ascendente, cómo no—, que se detuvo durante unos instantes para dar paso a Letras, título que acompañó con su ya habitual solemne caracterización sobre el escenario antes de dar paso a otras canciones como Ya está o Poeta de la Furgoneta.
Fue el momento de volver a tomar la palabra y reivindicar el amor, con un ojo en Ucrania y bajo el lema de “No a la guerra”, pancarta que Miguel Campello sostuvo antes de pregonar: «No queremos guerra, queremos paz, pero parece que nadie nos escucha». El respetable mantuvo el cántico durante unos minutos y el ilicitano lo remató: «Guerra no, por Dios, después de una pandemia, ¡dejadnos descansar!». Y es que no, claro que no, cómo iba a hacer la música oídos sordos ante la guerra.
Entonces, el músico arrancó ovaciones cuando hizo sonar los primeros compases de Agua, pan, amor y vino antes de retroceder en el tiempo para recordar a El Bicho con Contigo, encender cientos de flashes con No llora mi pez y rememorar a Triana con Tu frialdad.

Después de algún que otro amago de despedida, llegaron las únicas Malas noticias que vivió la Sala París 15 durante el concierto antes de entonar Parque Triana, que fue el título bajo el que Miguel Campello decidió agarrar la bandera de Andalucía y alzarla al aire conmemorando así la festividad que el sur de España celebra este lunes 28 de febrero.
Y con el recelo de los asistentes ante el final del espectáculo, que se palpaba en el ambiente, el cantante le puso la guinda a su obra con De los malos y Los rokipandis para, entonces sí, despedirse de una sala que colgó el cartel de sold out varios días antes del concierto y que acogió a un público que disfrutó, de pie, junto y sin descanso, de una fina puesta en escena compuesta de todo el respeto y el mimo con el que Miguel Campello grabó su último trabajo y con el que recordó a otros artistas y otros títulos de su carrera musical.