
Por distintos factores, el concierto del domingo 3 de octubre es uno de los que se recuerdan durante mucho tiempo. Incluso, también de los que se presume ante amigos y conocidos de haber tenido la fortuna de poder asistir y disfrutar. No obstante, los cerca de mil asistentes que llenaron el Teatro Cervantes de Málaga premiaron con justicia a El Kanka (1982) y a su magnífica banda puestos en pie desde instantes antes del final del recital con una prolongada e intensa ovación, plena en admiración, agradecimiento y cariño.
Por dos veces llenó el cantante, compositor y guitarrista malagueño, profeta en su tierra, el bellísimo teatro de la capital de la Costa del Sol en la primera vez que actuaba en el mismo. El primer cartel de localidades agotadas se colgó poco después de darse a conocer su programación, aunque la recuperación del aforo completo el 16 de septiembre permitió —por fortuna, como comentamos— que un mayor número de espectadores pudieran acudir al directo. En esta segunda puesta a la venta, el del Parque Mediterráneo obtuvo el mismo resultado y mejoró su marca, ya que las entradas se agotaron en tan solo dos jornadas.
Sin duda, habría sido un error que la gira Payaso-El rescate de Juan Gómez Canca pasara de largo de su tierra. Sin prisa, pero sin pausa, y sin escatimar en trabajo, esfuerzo y simpatía, progresivamente se ha ido abriendo hueco en el panorama musical español e internacional hasta alcanzar un puesto de privilegio gracias, en primer lugar, a las cinco grabaciones que ha realizado hasta el momento: Lo mal que estoy y lo poco que me quejo (2013), El día de suerte de Juan Gómez (2014), De pana y rubí (2015), El arte de saltar (2018) y Can-Epé (2019). Tras publicar algunas de ellas en la discográfica Maldito Records, prefirió crear su propio sello, A Volar Music. Toda una declaración de intenciones, de entender la música y situarse en su industria.

Como pudimos apreciar, otro de los secretos del éxito de El Kanka son sus fantásticos conciertos. Sin que se le caiga ningún anillo (ojalá siga haciéndolo, dicho sea de paso), ha combinado actuaciones en pequeños espacios con recitales en grandes escenarios y festivales multitudinarios. Tampoco podemos olvidar a su creciente legión de fieles seguidores, ya que cuenta con más de medio millón de oyentes mensuales en Spotify (algunos de sus temas en esta plataforma suman más de ocho millones) y doscientos diez mil suscriptores en YouTube. Por último, también hay que sumar la importancia del boca-oreja en forma de fervientes recomendaciones a las que, de forma humilde y más tras lo visto-escuchado en el Cervantes y en otros lugares y espacios, como en Estival Cuenca, nos unimos con vehemencia.
Enclavada en la llamada canción de autor, la propuesta del malagueño va mucho más allá de esta etiqueta al partir y fundamentase en una poesía inteligente, reflexiva, humorística, burlona, crítica, optimista, positiva, sarcástica, motivadora, personal, cercana, necesaria. Pero no se queda ahí, ya que, en lo musical, se fundamenta, en primer lugar, en una subrayada técnica guitarrística y en una voz cercana y magnética. También maneja, juega, combina, disfruta y se aproxima a muy diferentes estilos y estéticas. Entre ellos, podemos citar sonidos ligados al carnaval, al flamenco y un amplio elenco de ritmos latinoamericanos, caribeños y urbanos.
Como apuntamos, la cita estaba señalada en el calendario tanto para El Kanka como para el público, máximo tras una pandemia de la que, también en lo musical, parecen verse luces al final del túnel: poder volver a compartir el teatro completo es una excelente noticia. Juan (guitarra y voz) se acompañó de una formación muy subrayada en lo musical que disfrutó e hizo gozar y se mostró intensa, desinhibida, gamberra y divertida. La integraron unos destacados Juan Rubio ‘El Manin’ (percusión y coros), Álvaro Ruiz (guitarra, bouzuki, txarango y coros), José Benítez (batería), Pedro Campos (bajo y contrabajo) y Carlos Manzanares ‘Avatar’ (acordeón, piano, saxo, percusión y coros).

El aplauso que los asistentes brindaron al aviso acústico de que quedaban tres minutos para el inicio del concierto, transformado en ovación en la señal que indicó que restaba un minuto y en estruendo cuando aparecieron los músicos en escena, parecía prever que la velada iba a ser mágica en todos los sentidos. Y así fue en sus cerca de dos horas de duración y a lo largo y ancho de las veinte canciones en las que El Kanka recorrió buena parte de su trayectoria.
Con Ay, vida mía, Por tu olor y Para quedarte se inició el recital entre intensidad, reflexión y pausa. Guapos y guapas, una creciente A dieta de dietas y Llámame fino evidenciaron parte de su filosofía, actitud y pensamiento acerca de diferentes convenciones sociales. No olvidó agradecer pronto la asistencia y el apoyo al público y recordó diferentes espectáculos que había disfrutado como espectador en esa misma sala. A continuación, cambió la disposición de la banda en Payaso y dejó también espacio a un Cervantes muy participativo en Sabéis quiénes sois y durante toda la velada.
Después, Juan se quedó solo en las tablas momentáneamente en la interpretación de De miércoles al martes, aunque pronto el clarinetista Jesús Sánchez, que le había acompañado en su primer concierto en una tetería malagueña veinte años atrás, se le unió en escena. Una íntima Zamba para mi padre y Volar dejaron paso a Para eso canto, de nuevo con el regreso de toda la agrupación, protagonista en Querría y en Vengas cuando vengas. Tras ellas, “el Frank Sinatra del parque del Oeste”, como de forma simpática le definió El Manin, les presentó para que recibieran también el justo premio de un teatro entregado.

En la recta final, la bellísima Andalucía, a flor de piel, dibujó un claro punto de inflexión: si me permiten la licencia, este himno oficioso de la región tal vez debía enseñarse y disfrutarse en colegios e institutos (también Sí que puedes). Se despidieron por primera vez tras una frenética Lo mal que estoy (y lo poco que me quejo) después de comentar que, esa misma mañana, Juan se había levantado enfermo en Madrid, ciudad en la que reside actualmente, e, incluso, había pensado en suspender la actuación pero que se había recuperado nada más pisar y sentir Málaga (¿una señal?).
Ya en los bises y entre la catarsis generalizada, Qué bello es vivir, Demasiada pasión y Canela en rama sirvieron para despedir y definir el recital y su propuesta. Entre abrazos, saltos y aplausos en el borde del escenario y con Tengo el corazón contento, interpretado por Marisol, de fondo, El Kanka y su fantástica banda pusieron el punto y final a un concierto pleno en energía positiva, sentido, diversión, sensibilidad y calidad musical. También alcanzaron sobrados el sobresaliente una atractiva y envolvente iluminación y un sonido muy nítido, equilibrado y ajustado aun tal vez un tanto elevado en algunos instantes (no por ello resta ni un ápice a la calificación final). Esperamos su próximo disco y más directos muy pronto. En esta ocasión, y ojalá sea así partir de ahora en todas las citas musicales, lo responsable fue asistir.
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