
El Brisa Festival tenía previsto su estreno en junio del pasado año, pero la pandemia, claro, se interpuso en el camino y las dos jornadas de conciertos programadas en el Puerto de Málaga, junto con otras actividades paralelas que tendrían lugar en el centro de la ciudad, se cancelaron. Nada más se supo hasta hace unas semanas, cuando el evento anunciaba una edición adaptada a la normativa actual compuesta por un cartel en donde figuran nombres como Los Planetas, Sidonie, Novedades Carminha o Ángel Stanich, entre otros, junto a una nutrida nómina de grupos y artistas locales que incluye a La Trinidad, Sarria, El Zurdo, Ballena, Dreyma o Little Pepe. El castillo de Gibralfaro, el Jardín Botánico-Histórico La Concepción y la plaza de La Tabacalera acogen los diversos conciertos de la programación, que vienen desarrollándose desde el lunes 23 de agosto y se extenderán hasta el próximo domingo. Dos son los objetivos, apuntan desde la organización, que persigue Brisa Festival en este 2021: reactivar el sector musical de la ciudad y obtener fondos para ayudar a los más desfavorecidos de la mano de Cruz Roja, a cuyo beneficio irá a parar íntegramente la recaudación de la venta de entradas.
Tras el paso de El Último Vecino, Apartamentos Acapulco, Arista Fiera, Mala Rodríguez y Çantamarta, el escenario del Jardín Botánico La Concepción finiquitaba anoche su programación con la actuación de Maika Makovski, que presentaba en formato quinteto las bondades de su último lanzamiento hasta la fecha, el espléndido MKMK. Y así fue, ya que las nuevas composiciones acapararon prácticamente la mitad del repertorio: abrieron con Scared of dirt, cayeron luego Reaching out to you, Places where we used to sit, The posse, Purpose y, antes de los bises, Love you til I die. También recurrieron al nuevo disco para cerrar la noche (Tonight y I live in a boat) tras un parón debido a problemas técnicos que no se terminaron de solucionar hasta pasados sus buenos quince o veinte minutos. Casi todo hay que decirlo: la interrupción enfrió los ánimos bien caldeados de los asistentes a la hora de afrontar la recta final del concierto.
Y es que lo vivido con anterioridad a la bajada de temperatura (peccata minuta, al cabo) fue una demostración poco habitual de potencia sonora, actitud, aptitud, versatilidad, pasión. Todo empieza en Maika, hija de padre macedonio y madre malagueña cuya voz impetuosa y mutante parece extenderse y contagiar al resto de componentes de la banda (Mariana Mott, Liam Malakian, Daniel Fernández y Emeté), que intercambian instrumentos de forma constante y sin aparentes contratiempos. De hecho, ocurre más bien lo contrario: el incesante movimiento proporciona un vigor que parece renovarse en cada nueva embestida del grupo, que inyectó renovados colores y matices a temas como Lava, Bulldog, The gate, Iron bells, Number, Your reflection o Nevermore. Que si rock, que si post punk, que si una pizca de cabaret por aquí, que si mete por allá un poco más de distorsión a ver si nos sacudimos de una vez esta mierda que llevamos encima desde hace ya demasiado tiempo. Todo el rock’n’roll parecía estar concentrado ayer ahí arriba, sobre el escenario: Janis, los Who, PJ Harvey (una vez más, sí), Hendrix, Stooges, Bowie, Sonic Youth, Patti Smith y Maika, mucha Maika. Una barbaridad.
No nos olvidamos de Álex Menéndez, El Zurdo, que principió anoche la velada con un concierto enérgico en donde se dieron cita las guitarras y la melodía, la poesía y el folclore, a través de canciones como Reina de Usera, Plan de huida o Miss Carnaval. En el ecuador de la actuación, y tras enfundarse un kimono mítico de lo más confortable, presentó Prueba la vida —tema que dará nombre a su próximo disco, producido por Candy Caramelo— y se adentró en terrenos de aromas country. Echó el cierre con Puro placer, premonitorio título si atendemos al formidable incendio provocado por Maika y compañía poco después. Qué cosas.