Una imagen del festival en 2017. Francisco J. Fernández

La cultura es, en general, un ente tan subjetivo y cambiante como la propia belleza o el arte; lo que para unos puede resultar digno de admiración, con lo que poder enriquecerse o simplemente pasar un buen rato, para otros será algo tan insignificante y carente de interés que pasará desapercibido. Ahí reside lo interesante del término: la pluralidad y complejidad que éste plantea, llegando incluso a dividir a las masas como si de ideales políticos se tratasen; a diferenciar, en fin, a prototipos o estilos de vida según la ‘tendencia cultural’ que cada uno siga.

De un modo u otro, es innegable que Málaga goza de grandes eventos como pueden ser el Festival de Cine o el de jazz, conciertos en estadios y auditorios o, claro, la Semana Santa. Pero no son estos los parámetros en los que fijarse a la hora de medir la salud de nuestra agenda cultural. De lo que hablamos aquí y ahora es de los pequeños eventos que pueden celebrarse diariamente o cualquier fin de semana; de esos locales o salas, muy vivos, que ofrecen diferentes propuestas y no se ven limitados por la reducida oferta oficial, ya sea música en directo, exposiciones locales o ambientes distintos. Se trata de pequeños pero determinantes aportes que contribuyen a la verdadera riqueza cultural de una ciudad sin tener que ocultarse bajo el manto de llamativos museos o grandes nombres en un estadio.

Aunque es innegable que contamos con una amplio abanico de eventos destinados a los jóvenes, la mayoría del ocio alternativo se ve reducido, cada vez mas aplastado. Prueba de ello es la reciente caída de locales como la Sala Velvet —ahora reubicada en la calle Convalecientes pero sin programación de música en directo—, el Onda Pasadena o el Clarence Jazz Club, único espacio de Málaga que ofrecía una programación fija de conciertos de jazz todos los fines de semana. La oportunidad de salir espontáneamente cualquier noche de sábado al centro para ver y escuchar algo diferente se ha reducido a un sinfín de recintos monotemáticos de reguetón. Y aunque seas del tipo de persona que ama esto último (totalmente respetable), saber que si algún día te apetece ir a ver a algún grupo local o música en directo de forma casual no vas a tener la posibilidad de hacerlo es bastante triste para todos. La dicotomía está servida: ¿reside el problema en la falta de financiación a este tipo de actividades por parte de nuestro ayuntamiento o, por el contrario, es cuestión de una falta de interés por parte del sector más joven de nuestra sociedad?

Cabe recalcar que el 70% de las subvenciones directas a nuestra cultura se destinan única y exclusivamente a la financiación de las cofradías. Si bien es cierto que la propia Semana Santa es el festejo que más turistas y visitas atrae durante todo el año —traduciéndose en mayores ingresos—, una cultura basada en el beneficio económico y en las preferencias de la gran mayoría es una cultura pobre que no ofrecerá la variedad ni pluralidad necesarias; no impide el desarrollo cultural pero sí lo frena en cierta medida. Con respecto al interés de la juventud en las actividades culturales, no se puede decir que muestren el suficiente apoyo y, al fin y al cabo, tampoco podemos obligar a nadie a que sienta curiosidad por determinadas cuestiones. Lo que sí es de reconocer es el impulso que pretenden generar emplazamientos como el Contenedor Cultural de la UMA o La Térmica —gestionado por la diputación—, que son verdaderamente de las pocas instituciones que sí apuestan por este ocio alternativo, diverso y de calidad.

Málaga cuenta con todos los recursos para convertirse en un centro cultural a la altura de los más grandes de nuestro país. Sin embargo, para que esto ocurra, es esencial un cambio de mentalidad y un apoyo contante a un sector que siempre agradecerá todo lo que puedas aportar.