La Selva Negra, Alemania. Málaga de Cultura

Llevaba unos meses detrás de Un año en los bosques, el libro de Sue Hubbell. La sinopsis dice así: «Bióloga de formación, Hubbell trabajaba como bibliotecaria en una importante universidad americana y llevaba una vida normal, seguramente demasiado normal. Un buen día, definitivamente harta de la omnipresente sociedad de consumo norteamericana, tanto ella como su marido deciden que quieren otra vida, más rica, más plena, más cercana a sus verdaderos ideales y a la naturaleza salvaje que tanto añoran. Entonces, y con las lecturas de Henry David Thoreau en la cabeza, deciden dejarlo todo y marcharse a vivir a una solitaria y destartalada granja en los bosques de las montañas Ozarks, en el Medio Oeste de Estados Unidos. Sin embargo, al poco de llegar, el marido de Sue decide abandonarla». Conviene aclarar que Un año en los bosques no es una novela: son fragmentos de una vida real centrada en los árboles, las plantas y los animales.

Me ha gustado lo que cuenta Sue Hubbell. Y cómo lo narra. Su lectura también me ha ofrecido la posibilidad de toparme con la persona que con anterioridad había sacado el libro de la biblioteca. Se trata de Paula, con la que coincidí hace años en un cursillo de diseño asistido por ordenador. Ahora es Doctora en Medicina y Tecnología Veterinaria. Vivió en Chile una temporada, pero volvió a España cuando su pareja le abandonó. «Está superado», dice, «aunque me sigo riendo como loca cuando recuerdo algunas de sus ocurrencias. Un día me dijo que Antonio, uno de sus amigos, era tan bajito que le daba vértigo». Le advierto, sin pensarlo, que la frase esa es de Jules Renard y su cara se convierte en un poema, en un haiku. No sabemos si volver a quedar otro día.