
38 FESTIVAL DE TEATRO DE MÁLAGA
Tras un arranque de año gélido y tremebundo, siempre son especialmente bienvenidas propuestas como Enchanté!, espectáculo de la compañía catalana Divinas dirigido por Martí Torras Mayneris que recalaba anoche en el Cervantes dentro de la programación del Festival de Teatro. Acurrucados cómodamente en nuestra butaca, alejados de Filomena, nos adentramos en el parisino Café Enchanté, punto de encuentro y refugio donde convergen artistas, bohemios e intelectuales. También se cobijan allí miembros de la Resistencia francesa: la ciudad está a punto de ser tomada por las tropas de Hitler y hay que reponer fuerzas y prepararse para la que se nos viene encima. Acompañadas por el clarinete de Juli Aymí y el piano de Federico Mazzanti, Carla Móra (soprano), Irene Ruiz (mezzosoprano) y Marta Móra (contralto) narran con descaro los vaivenes de un cabaret, como tantos otros, glamuroso y decadente a partes iguales.
El trío protagonista charla, baila claqué o cancán y se muestra espléndido a la hora de empastar sus voces para rescatar canciones ya imperecederas como L’accordéoniste (Michel Emer), That’s a plenty (Lew Pollack), Mein kleiner grüner kaktus (Comedian Harmonists) o la inevitable Lili Marlene, himno total compuesto por Norbert Schultze en 1937 partiendo de un poema del soldado Hans Leip. La invasión de París da pie a ridiculizar al Führer y sus compinches a través de inofensivos disparates salpicados con otra buena ración de suculentas piezas musicales: durante la ocupación fascista suenan en el local Makin’ whoopee, Murder, he says y Der Fuehrer’s Face, tema que parodiaba el himno del partido nazi Horst Wessel Lied.
Pero el saldo final que arroja la obra, a pesar de los sabrosos ingredientes que agita en su coctelera, se resiente de un ritmo con notables altibajos, un humor con cierta querencia por las carcajadas low-cost y la ausencia de un verdadero desmelene dentro de un relato cuyos mimbres son, o deberían serlo, lo suficientemente sólidos como para construir sobre el escenario un jaleo de mayor enjundia y meneo. Y es que por momentos da la sensación de que el montaje, al igual que el público que asiste a los distintos espacios culturales hoy en día, debe permanecer atornillado a su asiento con la mascarilla bien ajustada al rostro y sin posibilidad alguna de moverse o pegarse unos bailoteos. Parece, en fin, que los dispositivos que hacen funcionar Enchanté!, como tantas celebraciones y eventos desde hace meses, andan a medio gas. Amortiguados.