
37 FESTIVAL DE TEATRO DE MÁLAGA
A raíz del cambio radical que sufrió el desenlace de la Carmen de Bizet hace un par de años en una función en Florencia, Javier Marías denunciaba en una de sus columnas para El País, bajo el título de Contra el arte, las «variaciones caprichosas y sandias» que van «más allá de las ocurrencias de directores de escena o “versionadores”». «Cualquier espectador o lector semiinteligente», continuaba, «sabe que eso ya no es la Carmen de Bizet ni la de Mérimée, como no sería el Quijote una versión en la que éste no se retirara y muriese, ni Madame Bovary una en la que ella no tomara veneno, ni Hamlet una representación en la que Ofelia no se suicidase y acabara reinando, por ejemplo».
No sabemos qué pensaría Marías de este Esperando a Godot estrenado recientemente en el Teatro Palacio Valdés de Avilés y dirigido por Antonio Simón bajo el ala de Pentación. Cierto es que no encontramos tergiversaciones en la propuesta, pero el montaje, más allá de sus posibles interpretaciones (tendentes al infinito), aparta la supuesta gravedad que no pocos le atribuyen a la obra y se sumerge sin apenas titubeos en la extraordinaria comicidad del texto de Beckett, expuesta aquí de manera impepinable gracias al amplio repertorio de chistes, juegos, gestos y payasadas que unos formidables Pepe Viyuela y Alberto Jiménez despachan durante las más de dos horas que deambulan sobre el escenario. De esta forma, y con los hallazgos del relato intactos y detectables, la espera a Godot ideada por Simón se ameniza fortaleciendo lazos con Stan Laurel y Oliver Hardy (dúo esencial a la hora de perfilar los personajes de Estragón y Vladimir) y saludando con brío a Tip y Coll, Chaplin o al explosivo Buster Keaton, que llegó a ponerse a las órdenes del Nobel irlandés en Film (1965), pieza que supuso la primera y última incursión de Beckett en el cine.
Juan Díaz, Fernando Albizu y Jesús Lavi, con intervenciones igualmente destacables, completan el plantel de una comedia total que mantiene y mantendrá los brazos abiertos para repartir achuchones en generaciones venideras. Entretanto, no queda otra, seguiremos aguardando a Godot y brindando por el hombre de hoy, por lo bien que habita el mundo; celebrando, en fin, la vida: eso que ocurre, ya lo cantaba Lennon, mientras andamos enfrascados en aquello de ayer o en eso de mañana, nunca en esto de hoy.