Cravat, con visuales de Liquid Sky, durante su actuación en Suena el Botánico. Jorge Triano

Deidades cantando entre una vegetación casi irreconocible por la tenue luz. Un aire impregnado de olores que harían caer a los alérgicos primaverales más sensibles. Familias enteras que han venido a un picnic con banda sonora. El exótico jardín de La Concepción abre sus puertas a la música alternativa en el festival Suena el Botánico.

Subir la pesada cuesta que hay hasta la Casa-Palacio, donde se desarrollan las actividades y se ubica el único escenario, es toda una carrera de fondo. Por suerte, las especies que habitan el jardín te acompañan durante todo el camino dándote un poco de oxígeno. Es como ir adentrándose poco a poco en un bosque del universo Miyazaki. Mar Louise, primera artista de un desafortunado domingo, confirma esta fantasía. Una voz casi divina, un bedroom pop con influencias estadounidenses y una gracia natural sobre el escenario son los pilares base de esta artista. Una de las creadoras que capitanea la nueva escena independiente de Málaga. Su delicado estilo parece hecho para El Botánico, como si hubieran nacido en la misma bolsa amniótica y hubieran dado a luz en la víspera de Halloween. Acompañada de sus dos ángeles de la guarda, Daniel Blacksmith y Paco García, y de unas visuales que hacen justicia al absurdo humor de la Gen Z, Mar Louise fue una de los grandes victorias de esta edición. Un hada que le canta al desamor en zapatillas de deporte.

Mar Louise. Foto: Ana Rocío García Franco

Suena el Botánico llamó poderosamente la atención por su gran impulso de las bandas locales jóvenes y también por la mala gestión de estas. El desacierto de reunirlas a todas en un confuso domingo hizo que el escaso público que había no fuera mucho más allá de las familias y amigos de los músicos. Aun así, este experimento sirvió para sacar a la palestra un hecho que tenemos en la cara y no podemos obviar: la escena musical de Málaga está plagada de un talento femenino que cotiza al alza.

En esta línea no nos podemos olvidar de una de las estrellas emergentes más poderosas de esta corriente. Quirkyoddgirl también tuvo representación frente al suntuoso jardín que un día perteneció a los Loring-Heredia. Noor y su banda hacen gala de su insultante juventud delante de un público que incluso podrían ser sus padres. Llámalo frescura o inexperiencia, pero el descaro a la hora de sortear problemas técnicos durante el concierto y la carismática sonrisa que expone la cantante, lejos de agobiarse o ponerse nerviosa, hace presagiar que estamos ante una banda carne de éxito. Con letras de una generación dolida y un sonido power pop muy adecuado a la industria independiente que estamos viviendo, Quirky tiene motivos de peso suficientes para que todos los ojos se posen en ella.

Quirkyoddgirl. Foto: Ana Rocío García Franco

Había tiempo y espacio para todo en el acotado recinto del festival. Los peques se ponían las botas en la arena que cubría el recinto ante la desesperada mirada de sus padres. El palco a segundo nivel en la antesala de la Casa-Palacio, desde el que también se podían escuchar los conciertos, acogía al público más sosegado. Gente que quería disfrutar de la música como algo meramente accesorio a su cerveza. Los mercadillos con productos locales daban un tono hogareño y acogedor al amazónico espacio que los rodeaba. Y en todo este ambiente, también hubo lugar para el descarado estilo urbano de ANADIE, única artista de este género que se convocó en el Suena el Botánico. La malagueña se gusta, tiene soltura y sabe cómo meterse al público en el bolsillo acercándose a ellos. Con un deje muy local, la artista habla del barrio, el despecho y el perdón con un autotune muy acentuado que otorga la credibilidad que a veces falta.

ANADIE. Foto: Ana Rocío García Franco

Alba La Merced finaliza consintiendo uno de los palos que faltaba por colocar en un festival que se celebra en Málaga, el folclore. La voz empoderada de la artista tomó las riendas del caballo cuando se arrancó a hacer una versión de la conocida Tarara, que, por supuesto, fue el momento álgido de su concierto. Tradición casada con actualidad. La cantante malagueña parecía estar también en su hábitat natural cantándole a las diosas de la naturaleza y la purificación.

Lo obvio lo ve cualquiera. Suena el Botánico tiene un valor especial por el lugar donde se celebra y por la pomposidad que la finca de La Concepción confiere a cualquier evento que acoge. Sin embargo, el valor añadido y diferencial que ofrece Velvet Club, promotores del evento, a Málaga es la visibilización de una escena emergente que está en ebullición. Una escena, como se ha demostrado este fin de semana, capitaneada por mujeres alzadas como ninfas de un espeso bosque que gritaban: “esta ciudad es nuestra”.