El elenco de 'Los Ignífugos', en una imagen promocional. Daniel Pérez / Factoría Echegaray

Ruth Rubio estrena mañana en Factoría Echegaray de Los Ignífugos, un premiado texto que ahonda en los límites de la ética y los asfixiantes sistemas sociales en los que habitamos a través de una historia en la que se entrecruzan un experimento con ratas a las que se habilita un paraíso artificial y las vicisitudes de un extraño y aislado entorno familiar. Natalia Cobos, Virginia Nölting, Javier Cereto y Eskarnia protagonizan una obra que habla también de abandonar el nido, del deseo y sus fronteras, del lado oscuro de los paraísos artificiales y del fútbol como reivindicación y como lugar para el acto político.

La autora y directora onubense empezó a ensamblar en agosto en la sala de ensayos de Bodegueros 38 las piezas de su obra con vistas a su estreno de mañana martes 14 de septiembre. El Teatro Echegaray acogerá doce funciones de Los Ignífugos, con pases de martes a domingo hasta el día 26. Las entradas tienen un precio único de 15 euros con 2×1 en los pases de martes, miércoles y jueves.

La minimalista escenografía de Lola García, los movimientos escénicos modelados por el coreógrafo Abraham Iglesias, la iluminación de Sergio Rodríguez y un vestuario diseñado por Inma Pardo, la propia Rubio y su ayudante de dirección, Marina Sánchez Vílchez, completan la puesta en escena de este montaje de Factoría Echegaray.

Ruth Rubio escribió hace cuatro años Los Ignífugos (Universo 29), un texto que fue galardonado en 2019 por el Nuevo Centro Andaluz de Teatro con el Premio Romero Esteo. Hace unos meses, Ediciones Antígona publicó el texto, y el Nuevo Centro Andaluz de Teatro lo divulgó en toda la comunidad autónoma con diversas lecturas dramatizadas. Factoría Echegaray produce ahora su primera puesta en escena, que la dramaturga de Punta Umbría aborda con Natalia Cobos en el papel de ‘Juana’, Javier Cereto encarnando a ‘Mayo’, Virginia Nölting en el rol de la ‘Madre’ y Eskarnia (Elena Casanueva) en el de ‘Andrea’.

«Sé de ratas para luego saber de personas», dice el personaje de ‘Juana’, que está desarrollando un experimento en el que se crea un entorno ideal para una superpoblación de roedores, unos ensayos que acaban en un fracaso absoluto, con anarquía, violencia que llega al canibalismo y ausencia de sexo. Este ensayo de laboratorio se emplaza en un triángulo familiar también aislado del mundo exterior y cuyo equilibrio se tambalea ante la llegada de una persona conocida. Un juego de muñecas rusas con el que el texto aborda cuestiones como la domesticación y su reverso, la crisis ambiental o la corrupción y quiebra de los sistemas cerrados («todo sistema cerrado tiende a la asfixia», nos recuerda la directora).

Con las historias de los ensayos con ratas del personaje de ‘Juana’, que se basa en un experimento real del etólogo John B. Calhoun, y de la familia distópica encerrada por la ‘Madre’ entre cuatro paredes, Rubio nos ayuda a pensar cómo crecer en sistemas aislados nos puede conducir a dinámicas autoritarias, y de ello a reflexionar sobre cómo se generan las dictaduras o cómo surgen sistemas condenados a la extinción como el capitalismo salvaje. También para hablar del síndrome del nido vacío y del fútbol como juego colectivo y como lugar en el que reivindicar la infancia, es decir, como espacio político.

Casualmente, la materia prima de su texto, el aislamiento y los sistemas cerrados, ha teñido también el proceso de montaje de la obra. Con ensayos en agosto, y con los límites de las medidas antipandémicas, la directora no pudo ver crecer la obra con público, como era su pretensión. Para subsanarlo, decidió abrir el proceso virtualmente con un blog o bitácora de ensayos en el que ha ido publicando puntualmente todos los pasos del proceso, y que se puede consultar aquí.

Sistemas Minimalistas Repetitivos y ‘actemas’

Ruth Rubio ha trabajado su texto con esa noción de sistema y nutriéndose de los SMR (Sistemas Minimalistas Repetitivos) de José Sanchis Sinisterra, uno de los puntales del teatro contemporáneo español. Según el dramaturgo y director, los Sistemas Minimalistas Repetitivos (SMR) son partituras de acciones físicas compuestas por una serie de ‘actemas’ —gestos, desplazamientos, posiciones, microconductas actorales— más o menos realistas, pero que no pretenden reflejar o expresar ningún momento concreto de interacción humana ni se basan en el principio de causalidad. El resultado es un comportamiento escénico que diluye las fronteras entre figuratividad y abstracción.