El Kanka, en una imagen promocional. Samuel Gómez

Juan Gómez ‘El Kanka’ (Málaga, 1982) anunciaba hace unas semanas, durante su multitudinario concierto en el festival Viña Rock, una nueva gira bautizada como Donde caben dos caben tres, denominación que hace referencia al crecimiento exponencial de público en sus actuaciones a lo largo de los últimos cinco años. El tour echará a andar el 14 de septiembre en Sevilla, recalará en el Auditorio Municipal Cortijo de Torres de Málaga el sábado 12 de octubre y concluirá, ya en febrero del próximo año, en el Wizink Center de Madrid. Ni más ni menos. Hablamos sobre ello, y también de humor, filosofía o psicoanálisis, sentados en la terraza de una cafetería del Parque Mediterráneo, el barrio que le vio nacer y crecer.

No sé si, desde que anunciaste la gira, al despertarte y abrir los ojos lo primero que ves ante ti es el Wizink Center de Madrid.

(Risas) La verdad es que creo que pienso poco en eso. Afortunada o desgraciadamente, la gente no para de recordármelo. Es un reto, para mí es un monstruo, una cosa que no he hecho nunca antes. Imagino que no lo llenaré porque es gigante, aunque nosotros hemos abierto la venta de entradas para el recinto con acotación para 7000 personas. Uno no sabe cómo va a reaccionar la gente, pero a día de hoy sabemos que hay muchas personas que han comprado entradas desde fuera de Madrid. Hay una incertidumbre y una salida de la zona de confort: ya sé que lleno la Riviera, pero no sé qué pasará con el Wizink. También te digo una cosa: luego, lo llenemos o no, yo soy el que se tiene que subir ahí. Yo, que soy tímido por naturaleza, tengo que estar ahí frente a miles de personas y dar un concierto. A mí dar uno para trescientas personas es algo que ya me da igual porque lo he hecho muchas veces. Aunque he tocado en algunos festivales para más personas, como el otro día en el Viña Rock, esto del Wizink no es lo mismo. Pero bueno, intento no darle muchas vueltas. No influye en nada que lo esté pensando desde por la mañana o no.

A Sabina le impuso tocar ahí.

A Sabina le dio una pájara, sí. A mí no me ha dado nunca un tabardillo, pero en algún escenario me he mareado un poco de la impresión, de los nervios. Pero la música es un buen analgésico. Estoy ahí cantando y tocando y el cerebro me está explotando. Hay neurólogos que han tratado el tema de lo que pasa en el cerebro de la gente cuando está consumiendo música y cuando está ejecutándola, y por lo visto es un locurón. La música, al parecer, es la disciplina artística en la que más partes del cerebro se usan a la vez. Eso ayuda a que no te dé un chungo, ya que el cerebro está muy ocupado.

Anunciaste la gira durante tu concierto en el pasado Viña Rock.

Fue idea de mi mánager y socia, María Pellicer, a la que se le ocurren todas las cosas salvo las canciones, que las hago yo (risas). El cerebro en la sombra es ella. Fue un pelotazo. La sensación que me dio fue buena, la gente reaccionó muy bien. Más allá de que el anuncio fuera ante cuarenta mil personas, hay que tener en cuenta que es una cosa que no se ha hecho mucho. Como acción creativa es interesante. A mí no me gusta ni verme ni escucharme, pero el vídeo del anuncio de la gira en el Viña Rock sí que lo vi y me pareció espectacular.

¿Qué banda te acompañará en Donde caben dos caben tres?

Vamos a introducir un músico más, seremos cinco. Esta gira es un intento de dar un salto cuantitativo, porque vamos a tocar en sitios muy grandes. Me refiero a conciertos propios, no a festivales. Así que queremos que el salto cualitativo esté a la altura. Al repertorio le hemos dado una vuelta, ya que ahora no se trata de presentar un nuevo disco. Vamos a intentar que esté equilibrado, teniendo en cuenta las canciones que creemos que más les han gustado a la gente durante estos años. También le daremos una vuelta al show en general, al sonido, a la iluminación. Espero que al terminar la gira haya un antes y un después en mi carrera.

¿Cómo le explicarías a alguien que no te conozca tu evolución musical en los últimos años?

En cuanto a la parte más interna, el tema de la composición, yo diría que es una evolución bastante natural. Al hacer un disco no pienso, por ejemplo, «voy a hacer un disco conceptual, hablando sobre mi madre y con música electrónica». ¿Sabes lo que te digo? Hay artistas que trabajan así, yo no. Para mí los discos son recopilatorios, voy haciendo canciones. De hecho, seguiría haciendo canciones aunque no grabara un solo disco más en mi vida, porque es una manera de expresarme, de estar en contacto con mi parte creativa y de darle vidilla a la guitarra, a las letras, a mi voz. Aunque no lo hago como una rutina, sí que es algo constante. No me gusta hablar siempre de lo mismo ni decirlo de la misma manera, ni tampoco quedarme en un estilo. Tengo mis rumbas, mi intento de tocar un tango. Todo lo que hago son intentos: de bolero, de ska, incluso de rap. No pretendo hacer ningún estilo bien porque no me corresponde. Hago canciones con detallitos de o que se parecen a.

Creo que mi evolución ha sido lenta. La gente viene y me dice que lo mío ha sido muy rápido, pero yo no lo veo así. Hay compañeros míos que sacan uno o dos discos y de repente ya están en discográficas y dando conciertos por todos lados. En mi caso no fue así. He estado mucho tiempo dando vueltas a nivel amateur con mi percusionista Mani, quedándonos a dormir en sofás de colegas y tocando para treinta personas. Cuando empecé a trabajar con María [Pellicer] sacamos el primer disco y empezamos a hacer aforos más grandes aunque no los llenáramos; ya no eran bares ni teterías, eran pequeñas salas. Al publicar el segundo disco ya sí que llenamos algunas de esas salas. Pero fue tras un montón de curro. Trabajamos mucho: conciertos, redes sociales, promoción. Ha sido un esfuerzo tan grande que siento que me he ganado a cada persona que viene a verme. Hemos tratado que con cada nuevo disco se sumara un poco más de gente. Nunca ha habido un cambio extraordinario, ni hemos sonado en la radio. No he tenido la sensación de un antes y un después, ni siquiera con lo que ocurrió en Operación Triunfo [Amaia interpretó algunas canciones suyas].

El humor y la ironía, además de la crítica social, se encuentran muy presentes en tus canciones.

Para mí el humor es muy importante. En el último EP hay un tema que se llama Payaso que habla de los cómicos, del humor. ¿Cómo va a ser un insulto la palabra payaso si los payasos son seres superiores? Debería ser un elogio. Además, últimamente, como estamos creciendo en una sociedad muy sensible —lo cual tiene su punto bueno pero también su lado malo, ya que hoy es muy fácil ofender—, los humoristas están padeciendo porque sienten que tienen que atarse un poco la lengua o no saben muy bien cómo van a caer según qué cosas. A mí la labor de los cómicos me parece súper importante. Creo que, después de la música, el humor es la disciplina que más consumo; me gustan más las comedias que los dramas. Además, creo que lo practico en casi cada conversación, y eso se refleja en muchas de mis canciones.

Con respecto a la crítica, al final los cantautores somos personas que hablamos de nosotros y nuestras circunstancias, como decía Ortega y Gasset. En general, solemos hablar mucho de la actualidad y de cómo nos sentimos acerca de la sociedad. Creo que hoy en día el lenguaje que utilizaban cantautores de corte más clásico se ha quedado un poco anticuado. Me parece, y lo he hablado con compañeros míos, que hoy nos da un poco más de miedo caer en lo panfletario. Algunos han optado por no tocar temas sociales y centrarse en temas sentimentales o más humanistas. En mi caso me gusta tratarlo a veces, pero más desde una perspectiva irónica o burlona que desde el enfado o la sentencia. Eso me da un poco de pudor y, además, no va con mi carácter. No soy una persona que se enfade fácilmente, pero sí que soy un hijo de puta sarcástico casi todo el rato (risas).

También tienen cierta importancia para ti la filosofía y el psicoanálisis.

Estudié filosofía pero no terminé la carrera. La Historia del Pensamiento es una cosa que me deprimía mucho, porque tú hoy te pones con Descartes, que está muy bien, y te das cuenta de que lo que decía está ya superado. Es decir, los grandes genios de la historia se han equivocado profundamente. ¿Cómo voy a pretender yo, que soy un cualquiera, elaborar una teoría que tenga vigencia de aquí a unos pocos de años? Por eso me deprimía. ¿Cómo puedes estar enarbolando teorías sobre conceptos como la sabiduría, la existencia, la muerte o Dios y pensar que tienes razón? Es imposible (risas). También estudié un año Económicas, pero no me sentía tan atraído como por la filosofía, que es muy enriquecedora aunque hoy en día rara vez abro un libro de pensamiento filosófico. Pero sí, me abrió horizontes y perspectivas. Te enseña a pensar. Y creo que todo eso un poco sí que se nota en mis canciones, aunque sea en el transfondo. Igual que mis estudios de guitarra clásica, que tampoco terminé pero algo ayudaron.

¿Y el psicoanálisis?

No lo he estudiado pero lo practico. Voy a terapia desde hace un montón de años y me viene bien. Es como un entrenador personal, figura que critico un poco en la canción Guapos y guapas. No el culto al cuerpo, que me parece guay y me gustaría practicarlo más para estar mejor físicamente ya que hago muy poco deporte, pero sí la atracción social que hay hacia el cuerpo y la poca atracción que hay hacia el culto de la mente. Decían los antiguos aquello de mens sana in corpore sano, y nos hemos cagado completamente en lo de mens sana, dejando solo lo del corpore sano, que al final es una existencia muy superficial. La cabeza es importante. ¿Cómo te enfrentas luego a los palos de la vida? A que te echen del curro, a que se muera un ser querido, a que te deje tu novia o a una crisis de ansiedad. Creo que no solo hay que ejercitar la mente leyendo, sino también practicando la introspección para conocernos un poco más a nosotros mismos. No entiendo cómo no enseñan en la escuela nada sobre la gestión de las emociones.

Hace poco publicaste tu primer libro, Si yo te cantara, editado por MueveTuLengua.

Sí, aunque me daba un poco de pudor sacar un libro. Hay un punto ahí de «como eres conocido sacas un libro y, aunque no seas escritor, te lo van a comprar». Ese punto existe, y no estoy criticando con esto a los compañeros que publican libros. Además, muchos de ellos escriben muy bien. Pero yo no quería sacar un libro de poesía ni de relatos; si lo hubiera hecho así me tendría que haber encerrado uno o dos años a escribir. Entonces me propusieron hacer un cancionero, pero es que las letras de las canciones están ya en internet. ¿Qué gracia tiene eso? Entonces, para hacerlo más atractivo, se me ocurrió anotar cosas en los márgenes, pensamientos que me rondaban la cabeza cuando escribí esas canciones, aunque la mayoría de lo que he escrito son pamplinas y gilipolleces, la verdad. Pero creo que es divertido. Además, y esto no sé si se le ocurrió a María o a mí, decidimos incluir una ilustración por cada disco. Han participado Anabel Perujo ‘Pek’, que es una artista malagueña maravillosa y loquísima que hace las portadas de mis discos; InmArcesible, malagueña también; Adelaxd, una instagramer que hace reflexiones mordaces sobre la vida; e Idígoras, no sé si lo conoces. Uno de los dibujos lo he hecho yo, en un gesto más de valentía que de otra cosa. He ilustrado la parte algo más inédita del libro, la que contiene un poco de poesía lúdica (décimas espinelas, sonetos) sin muchas pretensiones. Ahí se incluye, por ejemplo, cómo le pedí en verso a Jorge Drexler que cantara conmigo un tema. También hay algunas fotos. Al final se ha quedado una especie de cajón de sastre con muchos elementos inéditos que para alguien al que le guste mi música va a resultar atractivo.

Llevas ya algunos años viviendo fuera de Málaga. ¿Cómo ves el panorama musical de la ciudad?

Estoy algo desconectado. Cuando vengo es para ver a mi familia y a mis amigos, así que no participo activamente en el circuito musical malagueño por razones obvias. Pero no me gusta mucho, sobre todo por el tema de los conciertos menores. Ahora mismo no hay mucha oferta de pequeñas salas donde pueda venir a tocar alguien que mueva a treinta o cincuenta personas, y eso es muy importante. La Cochera Cabaret, por ejemplo, es ya un recinto para trescientas personas. Están haciendo cosas en La Polivalente, pero no es suficiente. Es que es cortar la escena desde la raíz. Me da la sensación de que incluso no hay un sitio donde los músicos se junten. Soy de la época de La Botica, y ahí sí se generó, al menos con los cantautores, un cuórum de peña que compartía temas. Pero desde que la cerraron me da la sensación de que está costando que surja algo así de nuevo. Me gustaría que existieran espacios que dieran más cabida a proyectos originales, pero con un aforo reducido para que los grupos y artistas que no arrastran tanto público pudieran tocar.