Los tres actores, en un momento de la función. Álvaro Cabrera / Factoría Echegaray

El joven periodista Solomon Shereshevski nunca registraba en papel lo que escuchaba o veía. Son célebres sus anécdotas en la redacción donde trabajaba o en algunos de los discursos a los que asistía en Moscú a comienzos del siglo XX. Allí, en esas convocatorias colmadas siempre de palabras, varios de los presentes pedían a Solomon que no anotara lo que se decía. Una vez concluida la sesión, el ruso era capaz de repetir toda conferencia, charla o entrevista de forma precisa y sin recurrir a ninguna artimaña. Algo similar ocurrió en la primera cita que mantuvo con el neuropsicólogo Alexander Luria, uno de los fundadores de la neurociencia cognitiva. Shereshevski recitó en la consulta del doctor series de letras, fórmulas matemáticas y hasta poemas en otras lenguas, lo que hizo, junto al resultado de diversas pruebas realizadas, que Luria lo diagnosticara como el primer caso de hipermnesia conocido. Es decir, Solomon no podía olvidar nada de lo que le sucedía por un inquietante exceso de memoria.

Por si fuera poco, tenía ligado ese fenómeno a la sinestesia, una facultad que permite asociar olores y colores a las palabras, entremezclando los sentidos. La cabeza de Shereshevski era un tornado que arrastraba consigo los lazos de unión existentes con familia y amigos. Souvenir, texto de Pablo Díaz Morilla, intenta sumergirse en la enrevesada vida de Shereshevski; todo un reto sobre cuyas complicaciones parecen querer advertirnos desde las tablas, al referirse a esta historia de olvidos y recuerdos como un relato probablemente incompleto, inexacto e inútil.

El desafío se extiende también a la hora de poner en funcionamiento el montaje. Fran Perea, en su primera pieza como director teatral, centra su atención en el triángulo formado por Steven Lance (Doctor Luria), Ángel Velasco (Solomon) y Esther Lara, que encarna a Magda, la pareja del protagonista. Las distintas interacciones entre los tres personajes desembocan con frecuencia en sustanciosas conversaciones entre Lance y Velasco, que buscan con ahínco un remedio para eliminar o suavizar el mal de Shereshevski. La borrascosa relación con su mujer o el agradecido número circense, ya hacia el final, ejercen de necesarias válvulas, permitiendo avanzar a una narración que por momentos parece enquistarse en su propio punto de partida. Perea se ocupa también de la música, elemento esencial junto a los juegos de luces y a una admirable escenografía que remite a las primeras películas de Robert Wiene, Fritz Lang y Murnau, trío fundamental a la hora de conformar el denominado expresionismo alemán, movimiento cultural que nació, precisamente, en los años en los que se desarrollan los actos intermedios de Souvenir. El resto de la faena lo completa una notable labor actoral, feliz circunstancia —y acierto— que se ha venido repitiendo en las distintas producciones de Factoría Echegaray.

Souvenir ofrecerá pases hasta el domingo 18 esta primera semana, y del miércoles 21 al domingo 25 la segunda, con doble sesión el sábado 24 ya que habrá función del vermú a partir de las 12.30 horas. Factoría Echegaray, proyecto nacido de una iniciativa de los teatros municipales, estrenará entre octubre y diciembre sus tres próximos montajes: 37 Guernica 17, Curso de autoayuda para perversos y otros colectivos y Hécate y la frontera.