
Anton Newcombe, líder de los californianos The Brian Jonestown Massacre, ha asegurado en varias ocasiones que durante las primeras semanas de la pandemia su objetivo era escribir una canción cada día. Florent Muñoz, cofundador de Los Planetas junto a Jota, se dedicó en aquellos días extraños —entre otros menesteres— a lo mismo que Newcombe: parir letras y melodías a tutiplén. Su intención era que algunos de los temas compuestos fueran a parar al nuevo trabajo de la banda granadina, pero Jota también se aplicó con ahínco en el confinamiento y dejó prácticamente cerrado el repertorio de lo que sería Las canciones del agua (2022), el décimo disco de Los Planetas. ¿Qué iba a hacer ahora con las canciones? «Me vi en la tesitura de dejarlas abandonadas, buscar un cantante o terminarlas yo», asegura Florent en una reciente entrevista para MondoSonoro. Finalmente se armó de valor y decidió acabarlas y ponerles voz: la suya.
Aunque en un primer momento la totalidad del proceso fue «un poco chocante», el músico —que en las maquetas se ocupó de guitarras, bajo, batería y sintetizadores— terminaría gozando «de la fuerza inherente al hecho de escribir canciones y de generar historias inventadas», algo que no ocurría ni ocurre, o al menos no en su totalidad, en otras formaciones en las que ha participado y participa al margen de Los Planetas como Los Pilotos, Fuerza Nueva o Los Evangelistas. Conviene apuntar que, también al igual que Newcombe, los textos de Florent no se centrarían en la irrupción e impacto del COVID en nuestras intachables rutinas, sino más bien en lanzar a quien quisiera escucharlo un mensaje de esperanza y positividad, de continuidad, de animarse a resistir frente a todas esas adversidades que tarde o temprano nos aguardan a la vuelta de la esquina.
El disco se grabó en diciembre de 2020 entre los estudios Sonic Room y el Cortijo de Santa María de la Vega, en Granada, junto a Carlos Díaz —técnico de sonido de Los Planetas— y Adrián Ceballos, Dani Fernández y Mario Zamora, exmiembros de Melange. Pero no fue hasta mayo de 2023 cuando el álbum, bautizado como el nuevo proyecto (Florent y Yo), vio la luz bajo el ala del sello discográfico independiente El Volcán Música. Tras una presentación para un reducido grupo de colegas y medios de comunicación en la madrileña Fun House hace unos meses, sería la sala El Sol, también en la capital, la elegida para acoger el pasado jueves la primera cita de una serie de actuaciones que se anunciarán próximamente.
Y no cabe duda: la traslación de lo grabado en el estudio al directo ofrecido por el quinteto —el mismo que registró el disco— funciona. En una persistente atmósfera sónica que al propio Florent le remite al Super 8 de Los Planetas se sucede un temario (con Aquí paz y gloria, Apaga el móvil por favor y Rumba de mi estado de alarma entre las más aplaudidas) en donde encontramos reminiscencias de TV Personalities, The Jesus and Mary Chain, Spacemen 3, The Church o una Velvet Underground que sigue empapando multitud de propuestas artísticas de aquí y allá. Sonoridades afines a un pop lisérgico y pretérito, ya ven, pero siempre con un inconfundible toque personal y bien rebozadas en el siglo veintiuno. Aunque tal vez sea en su faceta más expansiva y experimental, la más escorada intencionadamente al amplio abanico de posibilidades que ofrece el krautrock, cuando la banda —bien engrasada— alcanza cotas y hallazgos formidables: buen ejemplo de ello sería el cierre del concierto con un magnético Brotes verdes extendido hasta los ocho minutos y pico. No sabemos por dónde irán los tiros en próximas entregas, pero la nueva aventura emprendida por Florent y compañía merece desde ya, visto lo visto, nuestros parabienes y atenciones. Qué menos.