
La almeriense Olga García, bailarina de danza contemporánea, coreógrafa y directora de la compañía Cia Be Punto, es, además, docente a tiempo parcial en el Conservatorio de Danza Reina Sofía de Granada. Olga estudió el grado profesional de danza clásica en Almería, se formó durante dos años en el Centro Andaluz de Danza de Sevilla (CAD) y finalmente cursó coreografía e interpretación en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga.
Su primera obra extensa en solitario, Soluble al agua —que fue presentada en el II Festival de Arte Clandestino de Málaga a finales de agosto de 2018—, volvió a ser interpretada el pasado domingo en nuestra ciudad dentro del ambiente cercano y agradable de La Cochera Cabaret. En ella nos habla del quebranto y del renacimiento personal a través de una serie de etapas en donde encuentra acertadamente un lugar intermedio, dentro de la danza contemporánea, entre la narrativa y lo abstracto. Consigue así trasmitir el concepto de la obra a un público que, viéndose reflejado en ella, puede configurar sus impresiones particulares sobre cómo en la soledad se produce el cambio, el cual para cada uno de nosotros es diferente siendo para todos lo mismo: la renovación tras el menoscabo.
En un ambiente minimalista, en donde el casi vacío de la puesta en escena cobra sentido, se da protagonismo al uso conceptual de la luz en la propia evolución de la obra; al comienzo se antoja muy lejana y nos trasmite la sensación de estar aislados en un lugar enorme o atrapados en un lugar muy reducido. Paulatinamente irá incrementando su intensidad —en una analogía simbólica de su acercamiento a la superación personal— hasta terminar pareciendo que irradiara desde su propia figura a través de la reflexión de la misma en su ibicenco vestuario, síntoma de haber salido victoriosa de la adversidad. Por su parte, la música —elemento que acompaña a la idea general que quiere trasmitir— irá progresivamente de menos a más a lo largo de la obra, silenciando el efecto sonoro de una lluvia que es la protagonista auditiva al comienzo de la pieza.
Olga García, con una intensa interpretación en este autorretrato desde la tristeza que le ha ayudado a componer la obra, recurre aquí a su registro dancístico para trasmitirnos a través del movimiento distintas sensaciones en donde, a pesar de ser ella en todo momento la figura protagonista de su propia superación, nos recuerda que solo nosotros somos los únicos capaces de ser los protagonistas de la nuestra.