Andrés Herrera, 'Pájaro', durante su actuación de ayer. Francisco J. Fernández

Sorprende la inclusión de Andrés Herrera, Pájaro, en el cartel de la primera edición del WAU Festival, celebrado ayer en los aparcamientos de la Facultad de Ciencias de la Salud. Extraña, primero, porque su figura no pertenece al papel de calco, tan desgastado, que vienen utilizando eventos similares; y segundo, por tratarse de un artista de amplio recorrido del que solo habrán tenido constancia los universitarios más aplicados. En cualquier caso, su actuación llegaba tras la tibieza de unos inofensivos Margaux y antes de que desfilaran por los escenarios habilitados Alberto Arias, Ultrarouge, Bauer y las dos grandes atracciones de la noche, Arizona Baby y Ángel Stanich.

Pero volvamos a Pájaro, que acompañado por un quinteto compuesto de batería, bajo, trompeta y dos guitarras revoloteó por su tercer disco en solitario, Gran poder, y picoteó de los anteriores. El resultado: meneo del bueno. El sevillano, que ha batallado junto a Kiko Veneno, Raimundo Amador o Silvio, expande sobre las tablas su particular universo sonoro perfilado a base de rock, surf, blues y un innegable regusto a spaghetti western que consiguió animar, al fin, el cotarro. Finalizaron con A galopar, alimenticia revisión del clásico de Paco Ibáñez basado en un poema de Rafael Alberti que nos impulsa a trotar «hasta enterrarlos en el mar». El mensaje es impepinable: avanti con la guaracha.