Richard Bona, durante su actuación de anoche. Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Era uno los conciertos más llamativos de la 35ª edición del Festival de Jazz de Málaga. Y no defraudó ni un ápice. Incluso, superó en ciertos aspectos ampliamente las expectativas. En él, el bajista y cantante camerunés Richard Bona y el pianista cubano Alfredo Rodríguez lideraron a un sexteto de altos vuelos completado por los también caribeños Ludwig Afonso (batería), Denis Rodríguez (trombón) y Carlos Sarduy (trompeta), además del percusionista madrileño José Montaña. En conjunto, ofrecieron una magistral lección de virtuosismo, transmisión, musicalidad y capacidad de comunicación tanto entre ellos como con un público muy motivado y agradecido. Así, como pudimos disfrutar en la aproximada hora y media en la que se mantuvieron en el escenario de un Teatro Cervantes que bordeó el lleno, recorrieron muy diferentes ambientes, atmósferas, estilos y estéticas. 

Richard Bona (1967) ha combinado en su extensa carrera sonidos y estilos africanos, europeos y americanos. Considerado niño prodigio, tras iniciarse en la práctica del balafón también se formó en otros instrumentos como la guitarra y el bajo eléctrico. Se trasladó a París a los 22 años, ciudad en la que se integró con facilidad en los clubes de jazz de la capital francesa. 

En 1995 marchó a Nueva York, donde también entró en contacto con grandes músicos y participó como intérprete en las formaciones de muy diversos artistas, entre los que podemos citar a Bobby McFerrin, Branford Marsalis o Chick Corea. En 2004 formó su propio sexteto, con el que se ha presentado en los principales festivales del mundo. 

Foto: Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Con respecto a Alfredo Rodríguez (1985), no era su primera actuación en Málaga en 2021, ya que en julio sobresalió en su participación en Noches de Gibralfaro junto al baterista Michael Olivera y el bajista Yarel Hernández (días antes hicieron lo propio en Estival Cuenca en un recital maravilloso y que puede disfrutarse en este enlace).

Estudió piano clásico en La Habana, aunque pronto se interesó también por el jazz. Así, fue seleccionado en 2006 para participar en el prestigioso Festival de Jazz de Montreux, donde conoció a Quincy Jones, que le ofreció trabajar con él. En 2009 se estableció en Estados Unidos e inició una meteórica carrera en todo el mundo. 

El tema que abrió el concierto evidenció los derroteros por los que iba a transcurrir la velada: excelente nivel musical de todos los intérpretes, capacidad de diálogo, conjunción y complementariedad, mezcla y combinación de estilos, una subrayada comunicación entre piano, bajo y el resto de instrumentos, muy buen sonido e iluminación y un público entregado, dinámico y muy implicado. 

Foto: Daniel Pérez / Teatro Cervantes

A continuación, “¡Ay mama Inés!” mostró una brillante trompeta y la apabullante calidad instrumental de Rodríguez y Bona. El camerunés actuó también en las pausas como maestro de ceremonias: además de mostrar un gran sentido del humor y derrochar simpatía, en sus extensas comunicaciones aludió a que era un privilegio actuar en un teatro que acababa de cumplir 150 años, más o menos su edad. Rápidamente y de forma oportuna, fue respondido por una espectadora que señaló que el verdadero privilegio era el del público por poder disfrutar de su presencia en Málaga.

José Montaña tomó después protagonismo con el cajón flamenco (lo haría posteriormente en las congas), seguido por Alfredo Rodríguez, pleno en condiciones en “Gitanerías”, y un Richard Bona que, además de manejar con una facilidad pasmosa su instrumento, también mostró una gran capacidad como cantante en “Eyala” y otras paradas. 

Hubo también otros muchos momentos reseñables, como la atmósfera delicada, sutil, ensoñadora y pausada generada por el piano en los instantes en que quedó solo en escena, o la explosión sonora grupal que se produjo en temas crecientes en intensidad y virtuosismo en los que, incluso, pudimos ver a Rodríguez de pie extrayendo todos los registros posibles del Steinway & Sons. 

Foto: Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Como respuesta, no faltaron numerosas ovaciones de gala. Con buen criterio, Bona incitó su participación activa e hizo cantar a todo el Cervantes. De la misma manera, también aprovechó que todo el auditorio estaba en pie pidiendo un bis para solicitar a los asistentes que se mantuvieran de esta manera y saborearan bailando el último tema. Ciertamente, no le hizo falta insistir mucho. 

Como cierre y entre comentarios de “Ricardo, vente a vivir a Málaga”, el africano indicó sin éxito que había llegado el momento de irse a dormir. Pronto comprendieron que estaban en la capital de la Costa del Sol y no les iba a ser tan fácil la despedida, por lo que tuvieron de nuevo que salir a escena, esta vez bajo y piano en solitario, para interpretar la bellísima “Alfonsina y el mar”. Con ella pusieron el punto y final a un fantástico concierto protagonizado por una banda de gran nivel encabezada por la comunión afro-cubana de Richard Bona y Alfredo Rodríguez.