James Armstrong, durante su concierto en La Cochera Cabaret. Alberto Fernández-Baca

James Armstrong y Susan Santos fueron los dos nombres escogidos para la puesta de largo del renovado Festival de Blues, que toma este año el relevo de las distintas ediciones celebradas en la Costa del Sol desde los 90. Coordinado por la Sociedad de Blues de Málaga y con Ummagumma Club de Ensayo como entidad organizadora, el feliz retorno del evento se materializó anoche en una Cochera Cabaret que recibió la maniobra de resurrección —que dirían los 091— con todas las entradas vendidas y un ambiente convenientemente caldeado.

Susan Santos fue la encargada de principar la velada con una propuesta enraizada en el blues-rock con regusto a soul, a rockabilly, a sudoroso funk. La guitarrista extremeña —que en 2018 se alzó con el European Blues Award a la mejor actuación— se instaló hace una década en Madrid, ciudad desde donde terminaría de perfilar un proyecto propio que ahora recorre numerosos escenarios nacionales e internacionales en formato trío. A comienzos de 2019 editaba su quinto disco, No u turn, trabajo que Santos considera «el más sincero» de su trayectoria y que acaparó ayer buena parte del repertorio. El temario seleccionado se completó con piezas representativas de álbumes anteriores como Rattlesnake, que sacudió a un público que se mantendría ya embelesado hasta la despedida de la pacense.

Poco después, Suzette Moncrief, radiante maestra de ceremonias, dio paso a James Armstrong, que comenzó la actuación proyectando acordes desde el fondo de la sala. No tardaría en alcanzar el escenario entre vítores y móviles en alto, donde sus dos espléndidos compinches, James Carter (batería) y Jim Alfredson (órgano Hammond), alimentaban desde minutos antes la maquinaria. Amparado bajo un carisma arrollador, Armstrong —que ha colaborado en sus más de cuarenta años de carrera con Albert Collins, Keb Mo’, Smokey Wilson, Chaka Khan o Rickie Lee Jones— presentó junto a su banda algunas de las composiciones propias incluidas en su última referencia hasta el momento, Blues been good to me, y manifestó su agradecimiento y admiración hacia Jimi Hendrix (Hey Joe), B.B. King (The thrill is gone), Robert Palmer (Addicted to love) y John Lee Hooker (Boom boom), figuras esenciales en su biografía desde que en la escuela se colgara la guitarra por primera vez.

El bluesman se mostró intachable a las seis cuerdas, comunicativo con el público y henchido de un contagioso buen humor que emplea también frente a las adversidades. Conviene apuntarlo: tras editar su debut en 1995, un intruso se coló en su domicilio para robar y James, al tratar de defenderse, sufrió heridas irreversibles que le dejaron prácticamente inservible la mano izquierda, a la que le costaría varios años recobrar su funcionalidad. Coco Montoya, Joe Louis Walker y Doug MacLeod serían determinantes en la recuperación del músico, que llegaría a confesar ayer en un momento de la actuación, enarbolando la mejor de las sonrisas, su inagotable entusiasmo hacia la desprendida felicidad que provoca el blues. Una bendita alegría que se dejaría notar con especial ahínco en el tramo final del concierto, con Santos y Armstrong reunidos en un duelo eléctrico con sabor a jam que sirvió para recibir el Día de San Valentín embarcados en una formidable celebración colectiva. Que viva el amor.